Un mar abstracto

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Volviendo a la arquitectura, ésta se desprende del objetivo de su funcionalidad para crear un lenguaje propio, mudo y atemporal, reducido a las estructuras más elementales, en una ambigüedad en su estado en la cual el espacio llega a tener un sentido metafórico. Estas imágenes, libres de color, investigan la luz como elemento plástico y sus capacidades compositivas. La búsqueda de una máxima rentabilidad perceptiva protagonizan el resultado final geométrico para interrelacionarlo con un espacio mental que nos guía hacia lugares de escapada y refugio, el habitáculo de la memoria. Las formas rectas se distribuyen en un espacio no figurativo definido por escasos elementos. Son visiones personales de fragmentos arquitectónicos cargados de una gran fuerza expresiva y visual, reforzada por el contraste no violento entre blanco y negro. La obra se mantiene siempre entre lo real y lo imaginado, entre lo objectual y lo inventado, logrando sacar un excelente partido de la unión de los contrarios para captar la fuerza y la delicadeza al mismo tiempo, conectando con ese sentido de soledad realista.

La fotografía como la naturaleza es como un mar abstracto perfectamente organizado donde una ley lo organiza todo.

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